Porqué me gustan las tormentas


 

Tengo siete años, estoy en el hospital Pereira Rossell. En unos días o semanas me van a operar para sacarme un tumor de la pierna izquierda. Hace mas de un mes que estoy internado. Al principio estuve en una sala con varios niños mas y me hice amigo del que estaba en la cama de al lado. Se llama Caracé, me cuenta que es un nombre charrúa sin que yo se lo pregunte. Por ahora todo parece una aventura, a la hora de la visita mi padre me trae pizza, un postre lacterito y revistas Condorito para que no me aburra. Se llevan a un niño a operar, las enfermeras bromean con el, no se cuantas horas pasan. Cuando vuelve no esta despierto, tampoco dormido. Esta gimiendo y quejándose, es obvio que esta adolorido. No me gusta, no digo nada. Al otro día se llevan a Caracé, vuelve peor que el otro niño, esta sufriendo y me asusto mucho. Le digo a mi madre que no quiero que me pase lo mismo, tengo miedo. Mama me dice que no me asuste, que a mi no me va a pasar, que los procedimientos son distintos. Me calmo un poco pero no me convence del todo. No pasan muchos días hasta que me cambian de bloque y de sala, la nueva es mas grande pero hay un solo niño. Se llama Andrés, tiene casi doce años y esta internado hace ya varios meses. Se pone muy contento de tener a alguien con quien charlar. Le pregunto que hace para no aburrirse, no mucho, alguna revista, algún dibujo. Hace un tiempo empezó una colección de jeringas, se las pide a las enfermeras cuando vienen a pincharlo. Las tiene abajo de la cama, veo una bolsa enorme con una cantidad ridícula de jeringas y por alguna razón me da vértigo. Los días pasan, ya no me queda Condorito por leer, un amigo de mi padre me presta una pequeña tele portátil blanco y negro. Dormir me cuesta y me ayuda a pasar las noches. Logro sintonizar canal siete que es el único con transmisión nocturna. Todo es rutina, la enfermera con el termómetro, las visitas, la espinaca hervida y los churrascos secos sin sal. Quiero que esto se termine, extraño mi casa, mis hermanos, mis amigos. Llega el día de la operación, arranca temprano. A las ocho voy en una camilla, por un pasillo vacío y oscuro. Las paredes picadas y la pintura vieja le dan un aire un poco terrorífico. Una serie de puertas y ascensores me conducen a la sala de operaciones, estoy nervioso y hablo hasta que me ponen la mascarilla. Me dicen que cuente hasta diez y en tres segundos todo se apaga. Me despierto otra ves en la sala, es de noche, pasaron doce horas desde que me durmieron. Los días siguientes son de incomodidad, un semicírculo de hierro me ayuda a tener la pierna en alto. A la noche me despiertan dolores espantosos, quiero que me arranquen la pierna, la cara se me empapa de lagrimas hirviendo. Una enfermera me pasa un liquido por la mariposa que tengo en el brazo y todo se apaga hasta la mañana. Con el paso de los días los dolores disminuyen, todo vuelve a ser monótono, pero es preferible eso al dolor. En algún momento me van a poner un yeso y me van a mandar a mi casa, espero que sea pronto pero no me desespero, en realidad estoy resignado a dejar pasar el tiempo. Uno de los últimos días, quizá el penúltimo, amaneció extrañamente cálido, estamos a fines de agosto. Mi madre habla con una enfermera, le dice que se viene Santa Rosa, le pregunto que quiere decir. La tormenta, me explica, lo sabe por el calor y por la fecha. Estoy fascinado, una tormenta con nombre y fecha tiene que ser un evento extraordinario. A media tarde el cielo se oscurece, parece de noche y el agua empieza a caer, primero unas gotas gruesas, en minutos como una cortina, nunca vi nada igual. La ventana parece la pantalla de la tele cuando termina la programación, el ruido es igual. Lo único que se ve es agua, y ramas que vuelan y se dan contra el vidrio, los relámpagos por un segundo iluminan el edificio de ladrillo de enfrente. Estoy hipnotizado, tengo sensaciones de todo tipo, de cercanía, de lejanía. Me abruma el tamaño y el poder de lo que pasa afuera. Para mi no es una lluvia mas, empiezo a sentir el espacio y el tiempo de otra manera. No sera el mismo niño el que vuelva a casa. Es la primera vez que me siento, a observar una tormenta.

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