Las Cosas

Cuando era chico rompía cosas, todo tipo de cosas. Cosas que encontraba en el ropero de mi abuela o en los cajones de mis padres. Relojes, adornos, radios a pila, encendedores viejos.

También cosas mías o de mis hermanos, autitos de juguete, cassettes, muñecos.

Rayaba la madera de la cama, de la mesa, hacia agujeritos en la pared, arrancaba los hilos del mantel, de mi ropa. Sacaba el relleno de los sillones de a pedacitos.

No lo hacía con maldad, ni de manera muy consciente. Me hundía completamente en mis pensamientos mientras lo hacía, en mis fantasias. 

Cómo si estuviera a punto de descubrir un secreto, como si cada parte me mostrase su propia existencia, su propio tiempo.

Cómo si esa cosa que ahora estaba rota fuese la suma de esos tiempos, y yo buscase un infinito, una eternidad que los uniera, como buscando ver el universo dentro de un reloj roto.

Una respuesta y una pregunta que se buscan de manera simultánea.

Pasaron los años y así como desarmaba aquellos juguetes antes de que me los arrebatara el tiempo, todo lo que me llegó lo desarme o lo rompí.

Objetos, proyectos, vínculos. Por hacerlos eternos o por creer que podían serlo. La inmediatez de lo que me rodeaba me resultaba abrumadora.

Muchas veces rompí las cosas antes de tenerlas, a mitad de camino entre el cinismo y la autocompasión, porque desde chico se plantó una idea en mi cabeza, aunque no me diera cuenta. 

Desde muy niño sentí, que todo en algún momento se rompe.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Requiem

Campanas

Jardín de invierno